Escrito por Daniel Amezcua

La política en sí misma no es intrínsecamente negativa, sino que son algunos políticos quienes han distorsionado su práctica, llevando a la desconfianza y el desencanto de la ciudadanía. Un claro ejemplo de esta situación es el Dr. Pech, diputado del partido naranja en Quintana Roo, quien se encuentra en medio de un escándalo debido a las acusaciones en contra de su hijo por un desfalco millonario en la Universidad Politécnica de Quintana Roo, donde fue rector a pesar de no contar con los estudios necesarios para ocupar dicho cargo.

El Dr. Pech ha hecho de la política su medio de vida y, lamentablemente, ha estado vinculado a esta problemática a través de su hijo. Su intento de manejar el partido naranja a su conveniencia y su reciente discurso crítico hacia las decisiones de sus compañeros diputados resultan cuestionables, dado su historial. Este tipo de conductas solo refuerzan la percepción de que ciertos políticos priorizan sus intereses personales sobre el bienestar de la sociedad.

Es fundamental distinguir entre la política como un medio para el bien común y los políticos que la utilizan para su propio beneficio. La falta de ética y las acciones cuestionables de figuras como el Dr. Pech son las que han llevado a un desprestigio generalizado de la política, cuando en realidad debería ser un espacio para el servicio y la representación genuina de la ciudadanía. La responsabilidad recae en aquellos que eligen actuar de manera irresponsable, no en la política misma.

 


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